En una península que se adentra en el océano, se vislumbra el Médoc ventoso y soleado. En una granja en medio de la espesa vegetación, Antoine ha instalado su librería. El lugar es casi imposible de encontrar y, sin la intervención de una misteriosa Madame Wong, el librero se moriría de hambre. Antoine parece feliz en su guarida, acaricia sus ejemplares, los viste con papel de cristal, alimenta a sus gatos y se pregunta sobre un ladrón que le roba libros, siempre del mismo autor. Es entonces cuando aparece la rubia Lorraine, una cuentista profesional que viaja de ciudad en ciudad. Antoine es viejo, le gusta acostarse a una hora fija; la bella no tiene sueño. Será, por tanto, la historia de un romance estacional, pero de los que dejan bajo la piel astillas ardientes. ¿Quién dijo que el campo era un lugar tranquilo? En un lenguaje maravillosamente elaborado, Holder describe un mundo a la vez popular y marginal, profundamente singular, que conoce como nadie.